Jorge Ortega: Dos poemas

Resistencia de materiales

 

L’Art est long et le Temps est court.

—Charles Baudelaire

 

La piedra estaba aquí

antes que yo naciera, antes

que naciera mi padre

y su padre, mi bisabuelo

y diez generaciones;

todos los seres vivos

que pueblan el planeta

al cierre de este instante.

 

No puedo sino hacer la reverencia,

venerar la humedad

que crece en el olfato

como un trozo de bosque,

esa humedad antigua

que emana de las cuevas

hundidas en el tiempo.

 

Nos iremos

                   y la piedra

seguirá erguida en mitad de la plaza

sobre la pila de sus propios huesos

que no se deterioran

con la prisa

                   de nuestros

componentes.

 

Consistencia del mundo:

mira el sordo desgaste de la carne

frente a la solidez

de las texturas añosas;

ve la depreciación de su envoltura,

la fragilidad de los andamios

que sostienen la carpa;

el tallo, en fin, que somos

al pie de la cantera o el basalto

enfriados por la alquimia de los siglos.

 

El hombre no es más viejo que la piedra

ni logra

             subsistir

a lo que ha amontonado con su pulso.

 

No dura lo que duran sus creaciones.

 

 

Lección de biología

 

El pájaro es más leve

                    que la rama

en el jardín de la fragilidad.

 

Resbala, se desprende

una migaja

                   de agua,

ejerce

sobre la nervadura de la hoja

el peso vertical

de su abalorio.

 

                   Mas

el pájaro

se arraiga a las cornisas

como una marioneta

tirada por las hebras de la lluvia.

 

Nosotros, a la inversa,

no terminamos nunca

de caer,

 

igual que el cielo que se desmorona

bajo el hacha del trueno.

 

Terrícolas, el suelo nos reclama.

 

Y así, sólo nos queda

acatar la inercia del diluvio

y el ascenso del pájaro

 

desde un punto de mira que reitera

la imposibilidad

                           de nuestra hechura.

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